FRANKENROL

Juegos de rol, cine, cómics, fantasía, ciencia ficción...

Línea de separación entre secciones, con un rombo en el medio.
Una persona con un libro abierto en el que se ve una colección de pequeñas fotografías de paisajes naturales montañosos.

Escribamos un fanzine

frankenrol . 10-01-2024

Entre la pila de viejas revistas Dragón que guardo en mi armario hay dos fanzines que destacan por su aspecto tosco y amateur. Las portadas están dibujadas a mano, la edición es en folios grapados y la maquetación no sigue ningún principio lógico ni de estética. Las imágenes están borrosas, básicamente porque eran recortes pegados y fotocopiados. Todos los años los rescato, paso sus páginas y me entretengo con los artículos, aunque estén desfasados y hablen de juegos de rol o videojuegos que nadie ha tocado en mucho tiempo. Pocas veces he disfrutado tanto, y he estado tan orgulloso, como cuando sacamos esos fanzines.

Dudo mucho que hubiese ninguna intención económica cuando la idea surgió en nuestro club de rol y nos pusimos a escribir. Supongo que estábamos inmersos en una afición que nos encantaba y queríamos compartirla, de alguna manera. También éramos muy inocentes, no pensábamos en si habría un público dispuesto a leernos, y tampoco teníamos ninguna forma de promocionarnos. La distribución se limitó a dejar varias pilas de ejemplares en las escasas tiendas especializadas de nuestra zona, después de hablar con los dueños. El mejor ejemplo de lo poco que nos preocupaba el dinero es que ni siquiera recuerdo si se vendieron bien o mal. Yo conservo mis ejemplares como un tesoro, y para mí fueron un éxito.

Estos días he vuelto a pensar en esos fanzines, no porque quiera volver a ponerme a grapar y doblar folios, sino porque las nuevas redes sociales, con Mastodon a la cabeza, me han recordado mucho a aquel espíritu. Hay un movimiento consciente y deseoso de escaparse de las garras de Twitter, Facebook y Google, cientos de personas que escriben de los temas que les apasionan por el simple placer de hacerlo, y lo hacen sin pensar en likes, followers o algoritmos. Cuando ya todo parecía inundado de contenido clónico y basura IA, hay gente que reabre sus blogs, busca nuevos canales y trata de recuperar espacios online. Después de ser testigo de la caída libre de la última década, me sorprende y me da esperanza.

En la red original, esa tan fea y de colores chillones, con banners y gifs pixelados, lo que importaba era el contenido y la comunicación con los demás. Buscabas y te enlazabas por tu cuenta, descubrías a otros fans que también habían creado sus pequeños espacios, les seguías y se forjaba cierto sentido de comunidad. Lo nuestro parecía algo real y tangible, como aquellas toscas revistas fotocopiadas de mi juventud. Un trabajo hecho con cariño y en el que ponías lo mejor de ti. Sería mucho después cuando llegarían las corporaciones y convertirían internet en una especie de centro comercial en el que sientes que estás de prestado, y en el que te guían de un lado a otro sin que puedas elegir. Quizá el mayor problema sea ese, que nos hayan convencido de que este no es nuestro sitio, sino que solo estamos de visita, y que la única interacción que podemos tener es en las parcelas que ellos nos ceden.

Puede que aún sea algo minoritario y de guerrilla, pero creo que este es el mejor momento para volver a escribir, montar webs y recuperar aquella mentalidad de fanzine. Por una parte, porque necesitamos clavar esa cuña en las grietas de la internet comercial y llena de mierda que nos han obligado a aceptar. Pero por otra, y la más importante, porque estamos deseando hacerlo y disfrutar de todo el proceso: aprender, crear, conocer, expandirse. Tan solo un montón de personas compartiendo lo que les apasiona y gritando ¡este es mi sitio!

Foto de Hans Isaacson en Unsplash

Un cuaderno en el que un hombre que queda fuera de plano está dibujando el rostro de una mujer.

Por qué NO ilustrar tu juego de rol con imágenes generadas por IA

frankenrol . 06-04-2023

Ilustrar un juego de rol independiente siempre ha sido una tarea laboriosa. Si tu presupuesto era reducido, o más bien nulo, la única alternativa que te quedaba era bucear entre material de stock gratuito o bibliotecas Creative Commons, hasta encontrar algo que se ajustase a tu contenido. A menudo no obtenías lo que querías, sino solo una aproximación con la que salir del paso. La llegada de las IAs ha abierto un campo totalmente nuevo, proporcionándonos recursos con los que antes solo podíamos soñar, y permitiéndonos aspirar a publicar manuales con calidad profesional. La pregunta es, ¿a qué coste?

Es muy sencillo crear una cuenta en una plataforma como Midjourney o similares, y empezar a generar imágenes. Algunas requieren de una suscripción mensual, pero existen muchas con periodos de prueba gratuitos o límites diarios bastante flexibles que cumplen la función que queremos, sin tener que hacer ningún desembolso. En pocos minutos y con unos cuantos clicks, podemos tener nuestra próxima portada entre manos. En un par de días podemos llenar una carpeta con todas las ilustraciones para los capítulos, o incluso sugerencias de maquetación, si tenemos dudas.

No existe ninguna pega técnica a este proceso, la única que hay es moral. Esa es la que más nos debería preocupar, y por la que deberíamos pensarnos dos veces si recurrir a las IAs. A día de hoy, las inteligencias artificiales se están aprovechando del trabajo previo de cientos de miles de ilustradores, sin darles crédito y sin que ellos reciban ninguna compensación. Tal y como se está haciendo, no solo les perjudica y precariza aún más su trabajo, sino que probablemente sea ilegal.

Una IA no deja de ser un programa sofisticado para realizar collages, un “corta, pega y funde”, llevado a cabo con mucha eficiencia, pero que en el fondo no es más que una versión hipertecnificada de algo muy viejo. Nuestros primeros fanzines estaban maquetados con fotocopias y recortes, y cuando pudimos optar a algo mejor, nos dedicamos sin pudor a retocar con Photoshop imágenes de otros. Las inteligencias artificiales son algo parecido, no crean nada de cero, toman infinidad de fragmentos y tratan de montar algo, con mejor o peor fortuna. Para hacerlo se basan en una biblioteca de millones de ilustraciones de artistas de internet, que no han dado su permiso para estar ahí, y encuentran su obra plagiada sin poder hacer nada. Cada vez que le hacemos una petición a una IA, el algoritmo nos escupe un refrito de esa librería inmensa, y si queremos hacer el robo aún más descarado, podemos pedirle incluso que lo haga emulando a Mignola, Loish, Brom o quien nos apetezca.

Se puede argumentar que esto ha ocurrido siempre en el proceso de creación humana y que nada surge de la nada. Todo es un remix, porque ninguna idea, estilo o producto artístico puede existir sin una serie de influencias previas. Mignola también desarrollaría su arte a partir de la gente a la que él admiraba, ¿no? ¿Qué hay de malo en que lo haga un IA? Para empezar, una inteligencia artificial no es una persona, que dedique veinte años de su vida a mejorar sus habilidades en ilustración, se forme estudiando a sus ídolos y evolucione hasta dar con su propio estilo. Las IAs son un atajo a todo ese proceso, y juegan con ventaja, porque copian sin rendir cuentas. En horas o minutos pueden aprender lo que a un humano le lleva media vida. Quizá ninguna sepa imitar a Frank Miller o a Benjamin Lacombe ahora mismo, pero entrenar una para que lo haga es un proceso trivial, porque solo hay que alimentarla con todas sus obras, hasta que “aprenda” a dibujar como él. Y cuando lo haga, ¿para qué necesitaré al artista original? Peor aún, ¿quién querrá ser artista, bajo esas condiciones?

Algo que debemos tener claro es que las IAs han llegado para quedarse, no se trata de tenerles miedo, ponerles trabas ni alentar la tecnofobia. Lo único que se les debería pedir a las empresas que las programan es que jueguen en igualdad de oportunidades con los demás y respeten la legalidad. Los autores originales del material con el que se alimentan deberían ser reconocidos y remunerados, y si no, darles la opción de que su trabajo no sea usado en sus bibliotecas de referencia. Lo contrario es alentar el plagio, disfrazado de avance tecnológico.

Por mi parte, por muy tentador que sea, no voy a utilizar las IA para ilustrar ningún manual que publique. Creo que lo responsable es apoyar a los artistas —dibujantes, escritores, cineastas— y exigir un trato justo para ellos, o a la larga perderemos talento, creatividad e innovación. Un futuro que consista en máquinas cortando y pegando lo mismo una y otra vez, sin sentido, es un futuro pobre y desolador para el arte, y para todos nosotros.

Foto de Hung Pham en Unsplash

Línea de separación entre secciones, con un rombo en el medio.